
“El ser humano se esclaviza por el lujo y las vanidades, persiguiendo riquezas como si en ellas encontrara la dicha. Mas no advierte que, cuanto más tiene, más teme perderlo, y en esa angustia se le escapa la verdadera felicidad. Porque la dicha no está en el oro ni en la opulencia, sino en la brisa que acaricia el rostro, en la risa sincera de un amigo, en el pan compartido con gratitud”, dijo una vez Don Quijote de la Mancha, uno de los personajes de la fascinante novela de Miguel de Cervantes Saavedra con las distintas facetas de la humanidad.
“¡Necio es aquel que busca en lo externo lo que solo el alma puede hallar! –insiste con su proverbial nobleza– La vida sencilla es el mayor tesoro, y quien la comprende, es el más afortunado de los hombres”.
Las sabias palabras son una brújula más necesaria en estos tiempos adversos no solo en lo material, sino también en el deterioro moral en que no pocas personas buscan su riqueza mayor por caminos equivocados pensando primero en el tener que en ser como individuos.
“Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma”, advierte José Martí al respecto e insiste: “Quien tiene mucho adentro necesita poco afuera. Quién tiene mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco”.
Aquellos que invierten desmedidamente en las apariencias externas, a menudo lo hacen para compensar una sensación de vacío o insuficiencia interna y en contraste, quienes tienen una rica vida interior, llena de valores como la honestidad y sencillez, que han cultivado la inteligencia, el saber y demás virtudes, no sienten la necesidad de adornarse de forma ostentosa ni para ser apreciados y menos para sentirse felices.
Hoy en los barrios siguen aflorando delitos, manifestaciones de corrupción, ilegalidades, como el tráfico y consumo de drogas cada vez más dañinas, indisciplinas que agreden la convivencia, violaciones de precios abusivos y otras conductas que no siempre han contado con el rechazo que merecen ni la respuesta efectiva, que no solo está en denunciar.
Es evidente la falta de combatividad y vigilancia en algunos lugares, donde en ocasiones justifican en la falta de gestión de algunas entidades, mas, el llamado sigue en pie por un mayor accionar en función de revertir esta situación, trabajar de forma preventiva en la comunidad y, sobre todo en cada familia, contra las conductas inadecuadas que suelen criticarse más en los demás que las que dependen de la propia.
Durante el duro impacto de los años de 1990 –cuando comenzó el llamado Período Especial en medio de serias limitaciones–, a algunos deterioró en lo moral, llevó a disminuir la conciencia de igualdad y sus valores humanos.
Durante la pandemia el impacto del bloqueo imperial, la inflación y otras limitaciones económicas volvieron a aflorar y con fuerza actitudes transgresoras, la falta de ética y la búsqueda de ganancias fáciles, y actuar sin piedad hacia los demás, frente a cuyas conductas se alerta y estimulan aquellas expresivas de virtudes como la solidaridad y el respeto.
El alejamiento de la labor productiva llevó a otros a no apreciar el trabajo de las personas, el costo de la vida, al tiempo que más contaminan el egoísmo y la vulgaridad, que se enfrentan, pero sin los resultados esperados.
Agrava hoy el panorama el impacto de una espiral inflacionaria ascendente y el aumento de precios en el mercado internacional por la crisis multidimensional del orbe, entre otros fenómenos que, sin embargo, no pueden medrar la fortaleza espiritual que hace imbatibles a los cubanos.
Fidel enfatizaba en los valores más nobles para edificar una sociedad que dignifique lo mejor del ser humano. Esenciales para la formación de la conciencia superior de nuestra ideología resultan la dignidad, el humanismo, la honradez y la honestidad, a cultivarse desde cada hogar.
Para generalizar esas cualidades se impone hablar de ellas con los ejemplos irradiados por referentes como los donantes voluntarios de sangre o cuantos aportes se ofrezcan desinteresadamente, sin metalizar los sentimientos.
Desde barrios y colectivos urge contribuir a formar convicciones, combatir lo mal hecho, contrarrestar la apatía e indolencia y multiplicar la solidaridad, responsabilidad, laboriosidad, honradez y honestidad para afianzar esas actitudes junto a otros valores como la dignidad.
En los difíciles momentos actuales en que, junto a las carencias materiales por el recrudecimiento del bloqueo, el imperio incrementa su labor subversiva para resquebrajar convicciones, desmovilizarnos y debilitar la confianza del pueblo en su Gobierno, se hace más necesario formar en las nuevas generaciones actitudes enaltecedoras, sistematizar ese esfuerzo por las organizaciones y convertirlas en convicciones profundas a la par de motivar y comprometer.
El proceso demanda paciencia, principalmente en menores que necesitan escuchar una y otra vez en casa y otros espacios lo que se espera de ellos, a la vez que incorporarlos a tareas comunitarias por el bienestar colectivo.
En ese andar sencillo pero llenos de espiritualidad, sin egoísmos ni ostentaciones y haciendo más en favor de los demás, está el tesoro mayor.