
Mientras Trump se concentra en repartir tarifazos, maniobrar con Ucrania y dar bombas a Israel, y Elon Musk sigue aplicando tijeras al aparato gubernamental y a las ayudas externas de EE.UU; el team anticubano de la administración ha lanzado una ofensiva de preparación del terreno para desplegar su arsenal punitivo contra Cuba.
Días atrás comentábamos sobre las declaraciones del congresista Carlos Giménez, llamando a mayor presión contra Cuba para “matar de hambre al régimen”
Su andanada anticubana ha sido seguida en los días posteriores, por las del enviado especial de la administración para América Latina y las del jefe militar a cargo de las aventuras imperiales en la región latinoamericana.
A Miami se fue Mauricio Claver-Carone, dónde mejor, a esbozar la política de la Casa Blanca hacia América Latina, y especialmente contra Venezuela y Cuba.
Expulsado de la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (cargo donde lo impuso Trump) por práctica corruptas, Claver-Carone vuelve a ser el encargado de las políticas estadounidenses hacia América Latina, con predilección en Cuba y Venezuela.
Este personaje ha vivido toda su vida del negocio de la industria anticubana, primero como lobista en Washington del llamado US-Cuba Democracy PAC y después como funcionario designado de las administraciones Trump.
La nueva estrategia anticubana para el señor Carone se resume en dolor a corto plazo, máxima presión sobre la máxima presión y una mirada punitiva integral, cómo si ya no hubiera causado suficiente “dolor” a cada cubano con las 243 medidas implementadas en el primer periodo de Trump, de las cuales él fue uno de los principales estrategas:
“Las herramientas que han habido hacia Cuba son muy anticuadas. Hasta las propias acciones están basadas en leyes antiguas que a veces no tienen efectos secundarios. Con Venezuela las herramientas son mucho más puntuales, efectivas, tienen efectos secundarios y son más potentes”, subrayó.
Ese mismo día, el 3 de abril, en Washington, el Jefe del Comando Sur (con sede en Florida), hacía su propio aporte al escenario y catalogaba a Cuba como una amenaza “muy desafiante” a la Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Con desvergonzado cinismo y conveniente amnesia sobre las políticas anticubanas de su gobierno, el Almirante Alvin Holsey declaró ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, que el gobierno cubano, “en lugar de abordar el desastre económico que creó con sus políticas fallidas, está fortaleciendo sus lazos con los adversarios de EEUU”.
“Las acciones malignas de Cuba debilitan nuestras relaciones en la región, fomentan la migración irregular y amenazan la seguridad de Estados Unidos”, dijo el jefe militar.
Holsey se había reunido en enero pasado con el jefe de la misión diplomática estadounidense en La Habana, un avezado articulador de campañas subversivas y manipuladoras contra otras naciones.
No es casual que, el mismo día y en dos escenarios diferentes, altos funcionarios de la administración Trump para la política imperial en esta región se pronuncien expresamente sobre Cuba.
No parecen casuales tampoco los términos médico-militares utilizados por Claver-Carone en su diatriba anticubana: “Vamos a ser más quirúrgicos, más efectivos”
Se está preparando el terreno para anunciar más medidas punitivas contra Cuba. Las 243 anteriores más las 7 del nuevo mandato son aun pocas para los nuevos dictadorzuelos con poder en el imperio.
El nivel de cinismo, crueldad y desprecio de los personajes que conducen la política estadounidense hacia Cuba hoy es muy similar, quizás con cierta dosis mayor de odio, que la del tristemente recordado Lester Mallory, que hace 65 años trazó el camino de matar de hambre y enfermedades al pueblo cubano por atreverse a no doblegarse al dominio imperial.
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