El padre de Martí, valenciano, vino a Cuba en el segundo viaje de Narciso López. Mucho se ha hablado del duro valenciano. Pocos han incursionado en su vida de luchador por su familia, a pesar de encontrarse sin trabajo tantas veces. Su actitud recta, honrada, en aquellos tiempos de corrupción, se mantuvo como Martí lo vio, y que expresara en carta a su hermana Rita Amelia (Nueva York, febrero 28, (1883)):
“Anoche puse fin a la traducción de un libro de lógica, que me ha parecido -a pesar de tener yo por maravillosamente inútiles tantas reglas pueriles-preciosísimo libro, puesto que con el producto de su traducción puedo traer a mi padre a mi lado. Papá es, sencillamente, un hombre admirable. Fue honrado, cuando ya nadie lo es. Y ha llevado la honradez en la médula, como lleva el perfume una flor, y la dureza una roca. Ha sido más que honrado: ha sido casto.-Sangre invisible, me ha caído dentro del alma a torrentes.-“
“Fermín:
Mi padre acaba de morir, y gran parte de mí con él. Tú no sabes cómo llegué a quererlo luego que conocí, bajo su humilde exterior, toda la entereza y hermosura de su alma. Mis penas, que parecían no poder ser ya mayores, lo están siendo, puesto que nunca podré, como quería, amarlo y ostentarlo de manera que todos lo viesen, y le premiara, en los últimos años de su vida, aquella enérgica y soberbia virtud que yo mismo no supe estimar hasta que la mía fue puesta a prueba”. (Carta a Fermín Valdés, 28 de febrero de 1887, desde Nueva York. Martí no podía venir a Cuba: España no lo permitía).
Con el nombre de este club martiano, perpetuamos su memoria.